Vine aquí a encontrarme. Con ustedes.

Sin demasiado afán por componer una coreografía que se presentaría en algún espacio con maravillosos bailarines locales. Hubiera podido así justificar fluidamente los fondos públicos que me han sido otorgados para realizar una residencia artística en la ciudad de Bogotá. Y me habría regresado a México con una pieza más que agregar a mi hoja de vida. Y en unos años hablaría de ello como esa etapa de mi vida en la que viví en Colombia y trabaje con…

Y seguramente hubiera sido mucho más sencillo.

En cambio después de 9 semanas y medio, me es difícil darle forma al trabajo que he venido a desarrollar. El principio de éste es sin duda encontrarme con ustedes. Y eso ha ido sucediendo desde el 4 de abril, día en que pisé Bogotá por primera vez.

Los encuentros sin duda han sido gratos.

Acompañados de consejos, de risas e intercambios de acentos.

Me han ofrecido contactos, me han contado experiencias, historias, a veces íntimas, e incluso me han recomendado como debería de realizar este proyecto.

Algunos me hablaron de las conclusiones que sacaría.

Otras veces, me han dejado plantada.

En mi condición de extranjera, represento un contenedor de narraciones que dibujan el panorama general de cómo son las cosas aquí. Y festejo con cierta intriga el que en muchas ocasiones se contradigan diametralmente las opiniones. Cosa que probablemente sucedería en México si le diéramos la palabra a la gente de escena. Claro que aquí se habla más, y tal vez con mayor claridad. Porque eso es definitivamente notable: vuestro débito de palabra y capacidad discursiva es enorme. Y todos estos bailarines-filósofos, bailarines-artistas plásticos, bailarines-cineastas, bailarines-antropólogos, bailarines-filólogos, bailarines-geógrafos, bailarines-pedagogos tienen mucho que decir de su trabajo.

Y del mío.

Yo en cambio, pienso que he sido absolutamente ambigua.

Ambigua como alguien que no tiene claro como tomar posturas en un lugar que apenas conoce. Ambigua como alguien que se salió de su cómoda cotidianidad profesional para entrar en un terreno que desconoce. Porque no sé si hacer (y eso incluiría tal vez moverme un poco) o deshacer (y por eso estoy aquí leyendo estas hojas). Eso estoy haciendo. Y los que se están moviendo son ustedes. Y por más mínimos que sean vuestros gestos, los estoy disfrutando como una verdadera pieza de danza. Estoy gozando de la disposición de vuestros cuerpos en este espacio. Y estoy gozando al pensar que están pensando cosas que dirán y otras que no dirán, pero que han venido aquí sin tener ni puta idea de que se trata esto. Este proyecto se trata del lenguaje, de cómo un dispositivo puede afectar un discurso. Y cuando uso la palabra dispositivo, en este caso me refiero a las redes que se tejen en espacios específicos entre discursos, cuerpos y estares. Y el que esta noche propongo es el de una fiesta. Porque tengo la convicción de que con un par de copas encima, de vino, ron o jugo de maracuyá, uno deja salir cosas que no necesariamente saca cuando se le invita a un debate.

Y miento. Yo también me estoy moviendo.

Me he pasado semanas observando gestos, intentando leer códigos, y cuestionando mi interacción con ellos. No para imitarlos, ni explicarlos, ni tampoco para ilustrarlos. Simplemente para confirmar que la relación entre los cuerpos que cada uno de nosotros somos, desborda de información e impone demasiados a priores. De ahí que una de mis ilusiones es lograr descodificar algo. Cosa que hasta ahora, no parezco haber encontrado. Pero les aseguro que esa frágil intensión me está dando mucho para que dentro de poco, Nadia les pueda presentar el resultado de una fantástica especulación.

Una de las conclusiones que me algún maravilloso interlocutor me comentó que sacaría, es “Colombia es pasión”. Pero sinceramente y con absoluta admiración, pienso que no es así. O no sólo es así. Y luego leo “libertad y orden” en el escudo nacional, y me cuesta entenderlo. Pero entonces camino por la 26, paso por el parque de la 93 me regreso por la séptima hasta llegar a la novena… y me confundo un poco más. Y eso que no he ido a la cuadra picha; y por el barrio de la tolerancia solo he pasado en taxi. Queridos todos, al final somos bien parecidos.

Puede que en este momento esté en el lugar equivocado. O puede que alguno de ustedes también lo esté. Pero con entusiasmo y sinceridad, les agradezco que estén aquí, y que hayan estado aquí.

Por lo pronto, hay algo que celebrar, y por eso lo invito a que me saquen a bailar.